LOS MILAGROS DE SAN PABLO
Parroquia San Pablo Apóstol
LA CEGUERA DEL MAGO EMILIAS
Al llegar a Salamina, se pusieron a anunciar la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos.Tenían también a Juan como auxiliar.Atravesaron toda la isla de Pafos y encontraron a un mago seudo profeta judío llamado Bar Jesús, que estaba con el procónsul Sergio Paulo, hombre prudente, el cual llamó a Bernabé y a Pablo deseoso de oír la Palabra de Dios. Pero Emilias, el mago ( tal es el significado de su nombre), se les oponía procurando apartar al procónsul de la fe. Entonces Pablo lleno del Espíritu Santo, clavó en él sus ojos y le dijo:”Embustero, malvado hijo del diablo, enemigo de toda justicia ¿cuándo vas a cesar de hacer tortuosos los rectos caminos del Señor? Pues ahora el Señor está sobre tí; te vas a quedar ciego sin ver el sol durante cierto tiempo”.Y en el mismo tiempo se quedó sumergido en la oscuridad y en las tinieblas; y, dando vueltas, buscaba quien lo llevara de la mano. Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, lleno de admiración por la doctrina del Señor.
EL COJO DE LISTRA
En Listra había un hombre imposibilitado de los pies, sentado; cojo de nacimiento, jamás había andado. Oyó hablar a Pablo, el cual, mirándolo fijamente y viendo que tenía fe para ser curado, dijo en alta voz:”Levántate y tente derecho sobre tus pies”.El dió un salto y echo a andar. La gente al ver lo que había hecho Pablo, se puso a gritar en licaonio:”Los dioses, en forma humana, han descendido a nosotros”.Y llamaban a Bernabé Júpiter y a Pablo Mercurio, porque era el más elocuente. El sacerdote de Júpiter, que estaba a la entrada de la ciudad, llevó toros adornados con guirnaldas ante las puertas, y, en unión de la muchedumbre, quería ofrecerles un sacrificio. Cuando se enteraron de ello los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus vestidos y se lanzaron entre la gente gritando “Amigos ¿por qué hacéis esto? Nosotros somos hombre como vosotros, que hemos venido a anunciaros que dejeís los dioses falsos y os convirtaís al Dios vivo, que ha hecho el cielo, la tierra y todo lo que hay en ellos. El cual ha permitido en las pasadas generaciones que todas las naciones siguiesen sus caminos; sin embargo, no ha cesado jamás de dar testimonio de sí mismo haciendo el Bien, mandándoos desde el cielo lluvias y estaciones fructíferas y saciándolos de comida y llenando vuestros corazones de felicidad”.Con estas palabras lograron a duras penas impedir que la gente les ofreciera un sacrificio.
LA PICADURA DE LA VÍBORA
En la isla de Malta, los indígenas nos trataron con una humildad poco común; como estaba lloviendo y hacía frío, encendieron una hoguera y nos invitaron a calentarnos.
Pablo recogió un montón de ramaje y, al echarlo al fuego, una víbora, que escapaba de las llamas, le mordió la mano. Cuando los indígenas vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros:”Este hombre es ciertamente un asesino; se ha librado del mar, pero la justicia divina no le permite vivir”.Mas él se sacudió la víbora, la echó al fuego y no sufrió daño alguno. Ellos esperaban que se le hinchara la mano y cayese muerto de repente; pero después de un largo rato sin que le pasara nada, cambiaron de parecer y decían que era un Dios.
Cerca de allí tenía una finca el principal de la isla, llamado Publio, el cual nos acogió durante tres días con afectuosa hospitalidad. El padre de Publio estaba en cama, atacado de fiebre y disentería .Pablo lo visitó; rezó, le impuso las manos y lo curó. Ante esto, los demás isleños enfermos acudieron también y fueron curados.Nos tributaron muchos honores y, al marchar, nos suministraron todo lo necesario.
Dios permite el sufrimiento de los santos y en la mayoría de los casos no hace el milagro sino que los ayuda a crecer en santidad por medio del sufrimiento. Veamos el ejemplo de San Pablo. Dios hizo milagros por medio de el, sin embargo el mismo Pablo sufrió mucho sin recibir curación: "Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: «Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza». Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. -II Corintios 12,7-9
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